No eres dueño de tus pensamientos
No, no eres dueño de tus pensamientos y si no me crees, prueba a no pensar en un elefante rosa con una trompa verde navegando en un bote azul en un charco de aguas violetas. Tenemos la impresión de que los pensamientos nos pertenecen porque transcurren en el interior de nuestra cabeza sin que el mundo exterior parezca poder obligarnos a modificarlos. Frente a las percepciones, que obedecen a la captación de los objetos exteriores mediante nuestros sentidos, nos parece que los pensamientos son una suerte de representaciones independientes del mundo exterior. Sin embargo, a poco que escarbemos un poco bajo esta superficie de aparente imperturbabilidad, nos encontramos con que nuestros pensamientos, si bien no de manera tan directa como nuestras percepciones, también obedecen a multitud de factores externos a nosotros mismos: una canción que nos hace pensar en un amigo, el sabor del café que nos recuerda a los años de universidad, un soplo de aire que nos hace preguntarnos si nos dejamos o no la ventana abierta... En todos estos casos, más que dominar nuestros pensamientos parece que fuéramos asaltados por ellos a consecuencia de algo que ocurre fuera de nosotros mismos.
No somos los únicos en vernos aquejados por pensamientos indeseables. |
Con todo esto, no obstante, apenas hemos empezado a arañar la independencia frente a la voluntad de nuestros propios pensamientos. No es necesario recurrir a fuentes externas para encontrarnos con ejemplos de pensamientos que aparecen sin nosotros buscarlos, dominarlos o incluso desearlos. En la mayoría de ocasiones, son otros pensamientos los que conducen a nuevos pensamientos sumergiéndonos en una espiral en la que una idea lleva a otra, que lleva a otra y así hasta el infinito si nosotros no le ponemos ningún límite.
Es ese flujo constante e incontrolable de pensamientos el que se pretende controlar mediante la meditación, para permitir un instante de serenidad, sin pensamientos abordándonos sin nuestro deseo. Es materia de especulación el hecho de si la meditación lo consigue o no, parece ser que los meditadores muy experimentados son capaces de hacerlo; pero desde el momento en que no está claro cómo medir si una persona está teniendo o no pensamientos (su actividad cerebral podría deberse a otras cosas), no nos es posible desde una perspectiva científica asegurarlo. Lo que sí que podemos afirmar es que la meditación ayuda a reemplazar aquellos pensamientos indeseables por otros más agradables. Una de las técnicas más viejas a este respecto consiste en centrar la atención en la respiración. Centrados en el acto de inspirar y expirar, siguiendo todo el recorrido del aire desde nuestra nariz a nuestros pulmones y de vuelta hacia el exterior por la boca, poco a poco el flujo incontrolable de pensamientos se va convirtiendo en un anodino y relajante pensamiento acerca de la respiración.
Lo que nos enseña este ejemplo de la meditación es que, pese a que no podamos controlar nuestros pensamientos, lo que sí que podemos hacer es decidir sobre cuáles de ellos centramos nuestra atención. No es tarea fácil, lo reconozco, en ocasiones es muy difícil no dejarse llevar por un hilo de pensamiento que parece querer conducirnos a alguna conclusión trascendental; pero merece la pena hacer el esfuerzo. La mayoría de pensamientos indeseables tienen la forma de un círculo vicioso que en lugar de concluir vuelve una y otra vez sobre sus pasos consumiendo nuestra energía mental en un proceso inacabable. El mejor truco cuando estos pensamientos nos abordan consiste en decirnos a nosotros mismos algo así como "siguiente" e intentar fijar nuestra atención sobre el siguiente pensamiento que consideremos más productivo.
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