Metas y presente
Definiendo la vida
Empezaré con una definición: "Estar vivo es marcarse metas". ¿Qué os parece? ¿Estáis de acuerdo? Yo estoy bastante convencido de ello porque por propia experiencia es cuando tengo un propósito y voy tras él cuando más vivo me siento. También porque he visto como personas llenas de vida se marchitaban en cuestión de meses cuando todas sus metas parecían haber dejado de tener importancia al negárseles la posibilidad de perseguirlas, o al sentir ellas que ya no valía la pena hacerlo. Sé que algunos de vosotros, los que estáis más al día, quizá, de las ideas de filosofía oriental o de cierta new age, me diréis que no, que marcarse metas es seguir enredado en la rueda del karma y, por tanto, ser incapaz de vivir con toda plenitud, que es mejor no tener metas y buscar la iluminación a través del abandono de todo interés material. Bien, a los que me queráis decir eso, comentaros que cuando digo "metas", lo digo en un sentido muy general que nada tiene que ver con lo material, aunque también lo incluya, y que a ese respecto el hacer feliz a un ser querido, el acabar con el sufrimiento de los que nos rodean o el buscar la iluminación serían igual de metas que cualesquiera otros objetivos más mundanos. Creo que ese marcarse metas es consubstancial a la especie humana, una de esas características que la eleva de manera definitiva por encima del resto de los animales, a veces para bien, a veces para mal.
Sin embargo, la definición anterior tiene un grave peligro. Si estar vivo es marcarse metas, entonces la vida se desarrolla intentando alcanzarlas o, dicho de otro modo, intentando escapar del momento en el que estamos para llegar cuanto antes a aquel otro momento en el que nuestra meta esté satisfecha, para entonces volver a iniciar el mismo proceso y perdernos infinitamente en el mismo bucle de Meta => Huida del momento presente => Llegada a la meta => Nueva meta => nueva huida del momento presente... De modo que estar vivo (marcarse metas) acaba equivaliendo precisamente a no poder vivir (al huir continuamente del momento presente).
Entre el ahora y el futuro
No utilizo aquí "momento presente" al estilo de Eckhart Tolle o los predicadores del Mindfulness. Sin entrar a criticarlos para nada, porque me parece que su perspectiva es muy útil a la hora de ayudarnos a alcanzar una cierta serenidad de espíritu. Cuando digo "momento presente" en los párrafos anteriores me estoy refiriendo a la situación actual de una persona en su sentido más amplio.
Por ejemplo, si Juan García ahora mismo tiene una pequeña tienda de informática, donde arregla y monta equipos con sus propias manos; pero su meta es tener un emporio de grandes almacenes especializados en electrodomésticos, al estilo de Mediamarkt. El momento presente de Juan engloba esa tienda con el trabajo diario que realiza y el contacto con sus clientes; pero engloba también el café de la mañana con los ojos legañosos, la última mirada que echa a su mujer y su hijo dormidos antes de salir de casa, el aire frío sobre su piel, el silbato del tren, abrir la persiana de la tienda y notar el esfuerzo de sus músculos al subirla, las primeras horas de trabajo con el zumbido constante de los ordenadores, la pausa del mediodía y el pan crujiente del bocadillo, la tarde somnolienta, la reparación que se resiste, la caída del sol a través del escaparate y el regreso a casa, la sonrisa de su hijo y el beso de su mujer. Todo esto, y la sucesión casi infinita de instantes de cada día, forma parte del momento presente de Juan.
Mañana tal vez haya conseguido su meta y tenga su emporio, y eso será fantástico. Ése será entonces su nuevo momento presente, lleno de pequeños instantes. Entonces estará listo para tachar esa meta de su lista de cosas a conseguir, marcarse un nuevo objetivo y volver a comenzar de nuevo ese ciclo que durará mientras viva. No obstante, nada de esto tendrá valor si es incapaz de valorar en cada situación, el momento presente en el que se encuentra. Si hoy Juan no es capaz de apreciar la pequeña tienda, su madura juventud, su mujer y su hijo; es más que probable que cuando alcance su meta tampoco sea capaz de valorar todo lo que ésta envuelve y que la sienta meramente como un breve cosquilleo de excitación que se apague tan pronto como la novedad de la situación desaparezca.
Con todo lo dicho hasta este momento, podría parecer que se produce una disfunción entre la vida como persecución de metas y la vida como sucesión de momentos presentes y así es de hecho en muchos casos. Sin embargo, hay una escapatoria sencilla, podemos seguir persiguiendo nuestras metas, que a fin de cuentas son nuestros momentos futuros, y disfrutar de nuestro momento presente sin contradicciones. Para conseguirlo basta simplemente con detenernos un segundo y mirar a nuestro alrededor con un poco de cariño. Olvidarnos por un instante de la persecución implacable del futuro, de nuevos lugares y momentos y pensar que, si estás ahora mismo aquí, en este lugar y este momento, quizá sea precisamente porque es donde se supone que tienes que estar, así que vívelo en toda su intensidad, sigue caminando hacia delante, pero no olvides disfrutar del camino.
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